Wednesday, July 27, 2005

Historia roja

En este lugar nada hay rojo, excepto la blusa de aquella mujer y mi cuaderno.
No obstante: los mantelillos de papel sobre las mesas; el cartel comercial en el refrigerador; los extinguidores; dentro de ellos, a lo largo de sus cuerpos, dentro de mí hay rojo que palpita, corre frenético, late y se impulsa por mis extremidades, rojo espeso contenido desaforado, rojo alimento de mi potencia, fácilmente en desarraigo si el filo encuentra mi piel, rojo imbécil fuera del cuerpo ignorante de nuevas rutas.
Rojo no pensante.
Qué hacer por su torpeza.
Para tal contrariedad la historia roja.
No situar en rango similar la historia roja con el rojo de mi cuerpo.
Son cosas atípicas una de la otra.
Valles de tono rojizo intervienen en su acercamiento.
Miles, millones, billones, inmensurables cantidades de asuntos rojos vibran en el planeta ante nuestra pesadumbre.
Esta historia, siendo sólo una, sacude su nimiedad y enloquece feliz por ser, sin percatarse de la infinita cantidad roja que hay por todas partes. Es lo mejor. Ser que no ser.
Mi color predilecto, actualmente, es el rojo.
No espero que ésta, por su color, sea mi historia favorita.
Quién sabe, tal vez la vida de esta historia se convierta en algo sublime. Quizá yo cambie así de opinión.
Puede decirse que la esencia d una historia roja es una herida.
Podríamos decir que de una herida nace una historia roja.
Puedes afirmar que el origen de una historia es una herida.
Nada más cierto.
Nada más falso.
Lo relativo de las comisuras de la piel es que duelen tan profundo, y profanar entonces el círculo es vano.
Para que una herida sea, primero ha de haber un rojo inicio.
Índole de ciervo consternado por la flecha del asceta.
El aura de las torres es roja; la sombra de babel se disolvió en diáfanos lenguajes.
Poco tiene que ver esto con mi historia roja.
Qué fácil es transmitir y dar cuerpo a un nuevo cúmulo de sueños.
A una nueva historia roja.
Un torpe aglutinar de papilas libera saliva equivocada.
Esto no es difícil.
Saberse no debería ser tan difícil.
Saberse, saborearse, escucharse, distinguirse por la vista como los colores entre sí, pensarse.
Teñirse de constelaciones sonrosadas, poco profundas. Al menos como un inicio.
Es extraño. Mi camisa rota por el poste eléctrico no sangró.
Ahora se me ocurre que una historia roja es grotesca, absurda.
Tal vez graciosa, impetuosa, injustificable, bizarra, qué sé yo.
Pero no sublime.
No portentosa por sí misma.
Humana, pero antigua, antigua, cansada.
Una, mas eterna a través de la unión de la sangre.
Cansada.
Muchos pensarán que reside en esto su toque portentoso, en el seguir a pesar.
Sin embargo.
Sin embargo lo que trasciende a la tierra y se interna en el vértigo y en el tiempo lo olvida. Al tiempo se olvida.
El tiempo es olvido.
El tiempo no es vida.
El tiempo no es eminente historia roja.
La historia roja es fuera del tiempo.
La historia roja no es esencia que olvida.
La historia roja no es tiempo.
La historia roja permanece.
Aquí está la putrefacción.
Sólo entonces la barbarie es tan temible.
Cuando cree la historia roja en el sonido que se crea en el aire la oscuridad se torna ocaso.
Oscuridad roja.
Ciertas nubes cambian.
Rojas se vuelven.
Es el fin.
El sudor de un rostro que ve todo esto es rojo. Sus pupilas. Sus dientes. Sus uñas se aferran a la pared hastiada de que la toquen.
Su voz. Casi todo es rojo en su persona. Casi todo.
No comprendo por qué el color rojo es mi preferido por sobre todos.
Ahora hay más objetos rojos aquí: una botella de salsa de tomate en una mesa, otra blusa en otra mujer, las luces de una cafetera.

01 octubre 2002

3 comments:

Silencio said...

La sangre se te ha salido por la pluma, veo esto como una inflamación en un momento donde los recuerdo fluyen de manera caótica provocando una arritmia física y mental...

Diablos!!! Rojos, Diablos Rojos

Ligustrino Campana said...
This comment has been removed by a blog administrator.
Ligustrino Campana said...

Con toda esa furia roja de veras estoy ansiando el momento en que tus palabras se agarren a trompadas con un objeto, con una sustancia, con un recuerdo, con soltarte la melena. Ansío ese momento. Es como si estuvieras juntando tanta rabia, tanto rojo, ¡Arturo, Arturo, Arturo! Vamos, pegá fuerte, carajo, dale. No duele... Más, más, más. Está en el piso. ¡Fuerte, fuerte, fuerte! ¡¡¡A quemaaaaaaarrrrr!!!