luego de las cálidas asfixias con que las flores nos demoran el aliento
se nos planta la rubia amputación de lo que somos en la noche
no sonreímos ya con la boca de uñas opulentas
perdemos los ángulos de la deriva y con excepción de lo prohibido lanzamos a mansalva los reojos
vemos directo a los otros que desvían su apetito vertical
de poco vale atenazar la codicia de la carne
qué poco y tanto los capullos que se entregan a la fuente y a lo seco
varia la humedad desvencijada
poca la memoria no respira

sciebam me genuisse mortalem

a más edad los defectos se me vuelven, acuciantes, con el mérito de la experiencia, solaces en sus ángulos huecos. aprendo y me consternan en un circuito de lubricidades. no sería quien soy sin ellos. alternadamente las virtudes instauran su simetría en mis pasos. avanzo menos falible gracias a sus brillos romos. cada día tengo fríos más cálidos. no me sofoca tanto ya la estrechez del mundo. no soy más grande, pero respiro mejor. resulta más indemne mi sondeo ante el arbitrio humano. creo en asuntos diferentes. mis enfermedades son de otras categorías. sé lo que soy a pesar de las minucias y las demoras. no grito aunque se desmantele el muro. tengo la sangre más ácida. bailo quieto. mis roces provienen del aliento, antes de la piel ansiosa. ahora veo por las grietas. ahora los aspectos no me engañan. soy asiduo a las geografías desnudas. no me apestan las manos luego de someter los delirios. practico rastros latinos: “festina lente”, “sciebam me genuisse mortalem”. ingiero menos carne. celebro la lluvia y las iluminaciones